Ante una situación caracterizada por una triple crisis ecológica, económica y socio-política, los movimientos tranformadores necesitan nuevas respuestas y caminos de actuación. Desde una parte de la izquierda anticapitalista y desde la ecología política, se ha otorgado al decrecimiento un papel de herramienta política de alta validez. De manera efectiva pensamos que puede servir para superar un capitalismo que pretende virar hacia lo “verde” sin poner en cuestión su lógica injusta e insostenible, así como afrontar el triste futuro que nos depara el cambio climático si no actuamos con decisión.
Básicamente el concepto del decrecimiento pone en cuestión los grandes fundamentos del productivismo al exponer que no hay crecimiento infinito posible en un planeta finito. Apoyándose en autores de varias procedencias ideológicas como Iván Illich, André Gorz o Nicholas Georgescu-Roegen se opone, por lo tanto, al consenso generalizado según el cual el crecimiento económico es el alfa y el omega del bienestar humano e, incluso, de la conservación de los ecosistemas. Asimismo, de la mano o a pesar del incremento constante del PIB mundial desde hace 50 años, la huella ecológica de la humanidad –es decir el impacto de nuestras sociedades sobre el medio ambiente– excede hoy en casi un 30% la capacidad de regeneración del planeta. Si todas las personas vivieran como la ciudadanía vasca se necesitarían tres planetas.
Mientras tanto, las injusticias y desigualdades aumentan dejando en la brecha no solo a los países del Sur sino también al casi 9% de personas que viven debajo del umbral de la pobreza relativa en Euskadi (20% en el Estado español); eso, sin contar el déficit democrático que supone el imposible control de la ciudadanía sobre las cuestiones energéticas y la inexistencia de mecanismos de democracia deliberativa y directa.
Si bien se pueden discutir algunas implicaciones que poseen la utilización e idoneidad del término “decrecimiento”, constatamos que en la mayoría de los casos el rechazo al concepto enmascara en realidad un fuerte temor a su contenido subversivo y a la dificultad que entraña la posibilidad de manipularlo (a diferencia de lo ocurrido con el “desarrollo sostenible”). Igualmente, un cada vez más importante número de personas y movimientos sociales están empezando a utilizar el decrecimiento no sólo para vivir acorde con sus principios de simplicidad voluntaria, sino también para organizarse, reflexionar y aportar propuestas concretas de cambio. Además, en Francia, Italia o en el Estado español a nivel político el movimiento verde está dando un fuerte impulso a la cuestión y los movimientos de la izquierda anticapitalista trabajan cada vez más sobre el tema.
Sin duda el concepto de decrecimiento, al introducir la finitud del planeta y el lema “vivir mejor con menos”, posee una serie de virtudes innegables y que, desde una perspectiva política, puede aportar elementos centrales para el futuro como:
- Una reconceptualización de conceptos como desarrollo, trabajo o riqueza, y una profundización y rescate de otros como justicia social, ciudadanía o democracia.
- Propuestas novedosas desde la justicia ambiental y las relaciones Norte-Sur, la relocalización de los procesos de producción-consumo o la apuesta hacia nuevos modelos urbanísticos y energéticos como las ciudades en transición.
- El valor de la coherencia entre el comportamiento individual y la acción colectiva.
- Un puente entre sociedad y espacios de transformación social, y la creación de un nexo estratégico entre partidos y movimientos verdes, anticapitalistas y ecosocialistas.
Por lo tanto, ante el modelo capitalista de crecimiento infinito, el decrecimiento propone una alternativa no por sencilla de comprender menos revolucionaria. Frente a la dictadura del PIB, resituemos a la persona en el centro de los debates. Dejemos de perder el tiempo con el “hay que ganarse la vida” y de destruir el medio ambiente; apostemos por la emancipación personal y colectiva y la conversión ecológica de la economía reduciendo el consumo y produciendo según nuestras necesidades reales, compartamos el trabajo y liberemos tiempo para invertirlo en actividades creadoras de riqueza social y ecológica. En definitiva, optemos por la ciudadanía, la justicia social y ambiental, hoy y mañana, en el Norte y en el Sur. En otras palabras, ¡apostemos por vivir mejor con menos!"
En definitiva, el decrecimiento no es algo totalmente nuevo; probablemente, ni siquiera puede caracterizarse como una ideología política per se. Sin embargo, posee la capacidad de dar alternativas a un sistema depredador e injusto, y de crear puentes entre diferentes tradiciones políticas y sociales, lo que lo convierte en una poderosa herramienta política estratégica y una apuesta de transformación social.
Firman: Florent Marcellesi, Igor Moreno Jauregi e Iñaki Valentín son, respectivamente, miembros de Berdeak/Los Verdes, Gorripidea-Zutik y Antikapitalistak.
Bilbao, 15 de abril de 2010
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